La sequía lleva a decidir de manera diferencial sobre pasturas y rodeos

Otro día con un gran marco de público en el auditorio principal se avanzó sobre temas inherentes a la coyuntura en un año desafiante no sólo por el contexto político y económico, sino sobre todo por la influencia climática, lo que dejó el verano y la histórica sequía.

Juan Lus, gerente de investigación y Desarrollo de PGG-Wrightson, habló del “Reencadenamiento Forrajero. Qué hacer para cubrir el gran bache forrajero, y los silajes de baja o nula calidad”.

Las situaciones más habituales en el último año hubo pasturas con pérdidas de gramíneas por completo, alfalfas diezmadas, bajos stands y muchas malezas, verdeos y silajes en situación de “catástrofe”, e inclluso verdeos de invierno fracasando por falta de agua o heladas tempranas. Ese es el mapa de la principal región productiva.

Lo habitual no es lo ideal señala Lus, pero las complicaciones y problemas son parte estructural de la producción. Es un error pensar que gramíneas o alfalfas están terminadas en medio de los extremos climáticos.

Los esquemas forrajeros tienen que considerar normalidad, inundaciones y sequías, “casi con la misma frecuencia”, que es lo que el especialista llama “gestión del riesgo forrajero” de cada lote, sobre la base del análisis de frecuencia de la ocurrencia de eventos sobre un cultivo de gramíneas o forrajeras.

Se necesitan entre 40 y 110 milímetros de agua caída para obtener una tonelada de materia seca, por lo tanto en el contexto actual sólo contemplando las precipitaciones se podrían esperar entre cinco y diez toneladas, de no mediar otras limitantes productivas.

“Hay un incremento alarmante de densificación de suelos” con lo cual no hay reserva de agua en los suelos para terminar transformándola en pasto. Poner el objetivo en esto es importante para revertir la tendencia de los últimos años, sumándose esto a los altos márgenes de acidez de los suelos.

A partir de este contexto hay que evaluar si la pastura puede continuar de acuerdo al nivel de pérdida y los planteos ganaderos. Es fundamental evaluar el porcentaje de riesgo que cada productor está dispuesto a aceptar.

La intersiembra de perennes no es recomendable para resolver esto, por la gran dependencia de lluvias y por las bajas probabilidades de normalización de precipitaciones. De todas maneras son decisiones que se toman sobre predios o lotes. En cuanto a las gramíneas anuales o bianuales bajan mínimante el riesgo, pero marcan el final de las pasturas.

Tampoco se recomienda la intersiembra de alfalfa por autotoxicidad, con marcadas pérdidas de la pastura en marcha.

Si la decisión es seguir con la alfalfa afectada en el lote, se tiene que tener en cuenta qué categoría de animal la consumirá. Sobre los verdeos de verano fracasados o diferidos en pie se debe evaluar el riesgo por toxicidad, alcohol o vinagre en el forraje.

Para sembrar ahora pasturas, ya afuera de la fecha ideal, se debe contemplar la humedad, medir la temperatura en relación al riesgo, e incluso la profundidad de siembra. En cuanto a los verdeos ya es una fecha muy crítica, porque con suerte lograrán el primer pastoreo en la primavera.

Para Ricardo Etienot, asesor privado de tambos de la zona santafesina de San Guillermo, “el problema inmediato es cómo generar la comida de mis vacas”. El uso eficiente del pasto, de las reservas, de los concentrados, para que el animal pueda seguir fabricando leche al menor costo.

Este es un momento clave para definir la eficiencia del rodeo, el grupo al que se debe cuidar es el que requiere atención por pietín, mastitis, estrés calórico y por barro.

Todo depende del costo de producción promedio que se compone con una base de fijos con impuestos, alquiler y servicios; y los variables entre costos de siembra, suplementación y mano de obra. Los costos siempre pueden crecer, pero si no llueve no se logran ingresos por eso el enfoque tiene que estar en los costos para la generación de alimento, por lo tanto ese dinero se debe invertir en las mejores vacas posibles del rodeo, que se deben identificar, hacerles control lechero, leer y evaluar los datos, “es determinante para la sobrevida de cada tambo”.

Las opciones para seguir de inmediato son corregir el balance alimenticio, seleccionando la compra de alimentos, reduciendo la carga. Luego hay que trabajar en la generación de reservas, apostar a la compra de fibra efectiva que puede darse con compra de rastrojos estivales.

Es complejo corregir el balance financiero, ante un contexto crediticio dificil y dónde la venta de capital es opción para muchos. Es momento también de analizar cómo continuar en la empresa y contemplar opciones de asociativismo.

Sobre “eficiencia energética y seguridad eléctrica en los tambos” se presentaron los resultados de evaluaciones de 20 tambos en Santa Fe, por parte del bioingeniero Cesar Ordano y del Ing. Mariano Cordero del INTI Rafaela.

La energía no es el principal costo en el tambo. Es posible hacer una autoevaluación. Si se está por debajo de los 40 W por litro el parámetro es económico para la unidad productiva. En general los valores promedio son buenos, siendo un insumo crítico la faltante del servicio que si determina la continuidad de la actividad.

Entre 50 y 60 por ciento del consumo eléctrico se localiza en el equipo de frío y entre el 15 y el 30 en el equipo de ordeño, con lo cual se mejora el trabajo en la búsqueda de una mayor eficiencia.

Las recomendaciones son que las salas de equipos estén limpias, con aislación térmica en el techo, ventilación cruzada para mejorar el funcionamiento. Se debería controlar la temperatura de salida del agua, pero también mejorar la iluminación de todas las zonas de trabajo, además de lo que corresponde en todas las instalaciones que es chequear los tableros e interruptores.

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